exploratorio latinoamericano de poéticas/políticas tecnológicas
Entrevista a la artista e investigadora Marcela Armas
Pablo Farneda
México D.F., octubre de 2013
Pablo Farneda (P): Nos gustaría saber cómo ha sido tu acercamiento al trabajo artístico con tecnologías…
Marcela Armas (M): El campo del arte para mí ha sido un proceso muy vital. Yo también lo vivo y lo experimento como un oficio. El oficio de ser artista está para mí muy relacionado con la experiencia de la diversificación del conocimiento, los viajes, la interacción con comunidad mas amplia, de artistas, curadores, historiadores… de esa manera me voy enriqueciendo.
Por azares del destino yo llegué a una escuela de Artes Plásticas en Guanajuato, que es todavía algo así como una escuela de artes y oficios. Mi llegada resultó fortuita porque venía del campo de la arquitectura y estaba más interesada en el tema del urbanismo, pero decidí tomarme un descanso y entré a esta escuela donde me encontré con Gilberto Esparza, Iván Puig… Esa exploración temprana fue muy básica en cuanto a lo académico, pero entre nosotros ocurrían otras cosas, y comenzamos a reunir un grupo de gente que venía de distintas disciplinas, talleres, formaciones, como la filosofía, la música, la arquitectura, las artes escénicas, la electrónica… en ese momento nos constituimos como un grupo llamado Los Ejecutistas, y comenzamos a explorar la performance y otras prácticas artísticas…
Luego me fui a hacer un intercambio académico en Valencia, que me introdujo más a fondo en el campo de la performance, y expandió mucho mi horizonte, no solo en cuanto a la exploración del cuerpo como posibilidad de lenguaje sino también la integración del espacio, nuevos modos de pensarlo y experimentarlo en el arte… fue un momento de muchos cambios.
Este periodo de mis prácticas, de donde salen estas piezas que problematizan el espacio urbano y la energía se producen a partir de habernos radicado aquí en la Ciudad de México con Gilberto, en un momento en que necesitábamos la riqueza del intercambio que una ciudad como ésta tiene para dar. Los proyectos y obras de aquel tiempo, tuvieron que ver con una reflexión sobre las distintas formas de manifestarse el gasto y el excedente de la energía en una ciudad. Lo que buscaba era comprender de otras maneras este proceso de uso de la energía que se da en estas grandes cristalizaciones que son las ciudades latinoamericanas, ya que esto es un fenómeno que no se reduce sólo al contexto mexicano, sino que es parte de un fenómeno global como es posible ver también en Asia por ejemplo.
Al mismo tiempo creo que hay un tipo de fenómeno urbano que ocurre aquí de una forma particular. Es distinto por ejemplo a lo que pasa en Estados Unidos. Sí es cierto que hay ciudades gigantescas allá, una sociedad de consumo apabullante y una economía que privilegia este crecimiento aparentemente infinito pero creo que es distinto a lo que nos ocurre aquí, en términos de cómo se piensa el espacio, cómo se abusa del espacio… Creo que tiene que ver con una falta de planeación. En lo últimos años vemos un crecimiento exacerbado de construcciones de grandes puentes vehiculares: segundos pisos, periféricos, etc... A nivel urbano no hay un pensamiento que busque resolver problemas de fondo en la ciudad, por el contrario se basa en la inversión y la economía a corto plazo. No se necesita ser experto para ver que a corto plazo esas construcciones en esta ciudad son catastróficas, entre otras razones también porque aumenta la demanda automotriz y el parque automotor. Son una plataforma para la industria, pero sin un sentido social.
Hay una serie de intervenciones urbanas que hice durante un año, en el 2009. El proyecto consistió en generar distintas formas de obstrucciones en el espacio urbano, utilizando el gas de los automóviles y motocicletas [a través de unos contenedores gigantes conectados a los tubos de escape de varios autos y/o motos con los cuales se inflaban]. Traté de desplegar estas obstrucciones, pensadas como una suerte de embolias del espacio. Nacieron como pequeños experimentos espaciales, tratando de entender cómo opera este agente urbano que es el gas residual de los vehículos. La estrategia fue visibilizarlo, poniéndolo en un contenedor. Al principio no estaba segura, no sabía si iba a poder aportar algo. Es un tema central, incluso la ciudad tiene un sistema de monitoreo de gases contaminantes para regular las emisiones… se trata de toda una infraestructura y una supuesta conciencia en torno a esta problemática. Yo pensaba que es un tema sobre el que hablamos todo el tiempo pero sin embargo no parece que se nos ocurran formas de plantear nuevos pensamientos frente a estos problemas. Me pareció interesante hacer visible el gas, el humo, y darle volumen.
En un primer momento funcionaron como pequeñas obstrucciones, a una escala mínima. Luego en un segundo momento, apunté al sentido metafórico y los globos ya no solo obstruían, sino que fueron diseñados con una forma específica y a gran escala, por ejemplo emulando una columna de una autopista, donde fue colocado e inflado debajo de ella. Tenía muchas ganas de integrar la infraestructura urbana como parte del discurso del desperdicio: el proyecto apuntaba a visualizar la ciudad como una gran máquina de producción de desperdicios, no una máquina de producción de algo utilitario sino de basura y mierda. Un modo de integrar esto fue tratar de abordarlo desde estas figuraciones: construir una columna de gas, contenida en un envoltorio transparente, que funcionaba y lo hacía visible como un soporte estructural de toda esta máquina económica. Funcionó en gran medida como una acción artística, también ligado a la performance. Esa serie en particular queda registrada a través de documentos fotográficos y videos. Una de las tensiones con las que me enfrentaba era que muchos me decían “tú llenas los contenedores de humo y luego simplemente lo dejas salir!?”. Y yo respondía que sí, a pesar de que utilizaba unos filtros de carbón activado para reducir algunas emisiones tóxicas durante la liberación del gas. Finalmente igual el humo iba a ser soltado. Yo no pretendía ponerle una etiqueta “verde” a mi trabajo, sino más bien se trataba de tomar una pequeña muestra de un todo que nos excede. Me criticaban por la columna que había producido debajo de una autopista con el humo de seis autos encendidos, y por sobre ella pasaban 3000 autos por minuto.
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