ENTREVISTAS
26 DICIEMBRE 2012
Claudia Kozak
Diego Sánchez
La tecnología es algo más que un catálogo de artefactos y dispositivos. Es una serie de saberes, un entorno material y simbólico que atraviesa -cada vez más- a todas las esferas de la sociedad. Inclusive al arte. Tecnopoéticas argentinas es un libro que a modo de enciclopedia “tangible” recolecta, ordena y explica la forma en que la tecnología fue atravesando la producción artística local a lo largo de estos intensos siglos de silicio. Multimedia, basura, spam, happening, Tecnopoéticas argentinas trabaja sobre todas las palabras claves desde donde se puede entender la manera en que el saber técnico produce y reflexiona sobre el arte -y viceversa. Charly Gradín, Flavia Costa y Estebán Castromán son algunos de los jóvenes escritores e intelectuales que escriben en este libro, publicado por la bella editorial Caja Negra y compilado por Claudia Kozak. Con ella hablamos del cruce entre arte y tecnología, de las reflexiones sobre el presente y de un libro que es técnico y artístico pero, también, un retrato político y aspiracional sobre los distintos avatares de la Modernidad en la Argentina.
¿Qué significa una tecnopoética?
Una tecnopoética sería un tipo de arte, y un “programa” de arte, que asume de
alguna manera su inserción en el mundo técnico. Si bien arte y técnica siempre
han ido de la mano, hay formas de arte que tienden a desatender esa relación,
mientras que otras, por el contrario, la ponen de relieve para posicionarse de
algún modo: algunas tecnopoéticas acompañan avalando procesos de modernización
tecnológica sin ninguna reflexividad, otras son más utópicas, otras más
críticas y por ello establecen una tensión acerca de los procesos sociales que
son parte de las tendencias a la novedad tecnológica.
¿Se puede pensar una idea
homogénea de tecnopoética que abarque desde las inicios del siglo XX hasta la
actualidad? ¿Fue siempre igual la relación entre arte y tecnología desde el
siglo XX hasta el presente?
En tanto las tecnopoéticas sientan posición acerca del mundo técnico (y acerca
de muchas otras cosas), no habría homogeneidad; pero sí hay ciertas tendencias
de época, ya sea que pensemos en términos de períodos más extensos o menos (un
siglo, una década, por ejemplo). Una de estas tendencias que en cierto modo
define bastante el movimiento del siglo XX es su pulsión por la novedad, esa
idea de que lo nuevo rompe por completo con lo anterior y abre el futuro de
maneras insospechadas. En relación con el mundo técnico, esa novedad tecnológica
ya estaba presente en el siglo XIX por supuesto, y en su ideario de progreso,
pero el siglo XX aceleró el proceso. El telégrafo es un invento que se preparó
durante más de un siglo y que ya en el XIX tomó su forma definitiva; en el
siglo XX, en cambio, pasamos de la “telegrafía sin hilos” –como los artistas
futuristas italianos llamaban a la radio–, a la televisión y luego a Internet
en cuestión de décadas. Esa sería una línea de continuidad. Pero al mismo
tiempo, cada nueva tecnología interpela al arte de modo diferenciado, por lo
que esa continuidad se especifica de modos también diferenciados.
¿En qué medida la era digital
interpela al arte en la actualidad? ¿Puede hallarse en el arte una forma de
reflexión sobre el presente digital y sus mutaciones?
Ciertamente, las tecnologías de época que interpelan al arte en la actualidad
son las ligadas al mundo digital y, también, a la confluencia entre lo digital
y los nuevos saberes y desarrollos de la biología. En ese sentido la palabra
mutación utilizada metafóricamente para aludir al cambio en la era digital
estaría diciendo incluso algo más: una parte importante del arte contemporáneo
se ve interpelada por esa “mutación” que tiene que ver con una percepción
respecto de los cambios que produce lo digital en la vida cotidiana pero
también en la idea que nos hacemos de lo que pueda llegar a significar la vida
misma, es decir, lo viviente.
¿Hay una característica de las
tecnopoéticas argentinas que las distinga de otras experiencias?
Por una parte, las tecnopoéticas contemporáneas están hasta cierto punto
globalizadas, circulan por distintas partes del planeta de manera bastante
indiferenciada; pero por otra parte, la globalización produce también
especificidades; quizá no pueda hablarse de una completa especificidad
argentina o latinoamericana al considerar las tecnopoéticas; pero nuestras
realidades habilitan más fácilmente la mirada política que evidencia la tensión
entre tecnopoéticas que se suben a la ola de la novedad tecnológica y
tecnopoéticas que buscan otras formas de hacerse cargo del fenómeno técnico.
¿Qué momentos tecnopoéticos
fuertes se pueden señalar en la historia argentina?
Se podría establecer una periodización que encuentre algunos momentos de
densidad tecnopoética. En general esos momentos condensan e irradian hacia
adelante e incluso hacia atrás en el tiempo (permiten ver de otra manera el
pasado, por ejemplo) una serie de tecnopoéticas. En Argentina, los años 20, los
60 y los 90 del siglo XX (y de ahí en adelante casi sin solución de continuidad),
tendrían esa densidad, probablemente porque fueron momentos de fuerte
modernización tecnológica de la sociedad.
Por un azar alfabético, la
primera entrada de Tecnopoéticas argentinas está dedicada a la basura, ¿en qué
medida este concepto es clave para entender el arte en un mundo digital formado
de desechos, de sobresaturación y spam?
Este azar alfabético nos resultó de hecho muy sugerente, no teníamos por
ejemplo entradas con la letra A. Pero hubo una pequeña “manipulación” del azar
en la elección de esta entrada que en un principio podría haberse llamado
“trash”, ya que el término en inglés da una idea rápida en relación con el
mundo tecnológico de las últimas décadas –se utiliza habitualmente en distintos
contextos y géneros artísticos–. Llamarla “basura” permitió entonces ponerla al
inicio y enfatizar así un cierto tono reflexivo, un estilo, y una manera de
mirar que cohesionara todo el libro.
Las tecnopoéticas parecieran ser
esas manifestaciones del arte que con mayor voluntad aceptan el reto de la
época, aceptan intervenir sobre el entramado técnico de su tiempo. ¿Cómo hace
el arte para no “disolverse” en la época, más aún en un momento tan atravesado
por la hegemonía de lo digital?
Ese riesgo de disolución en la época está siempre muy presente, en efecto. Creo
que las tecnopoéticas más interesantes son las que pueden asumir ese riesgo y
salir de algún modo indemnes. Asumir el riesgo del tensamiento técnico bajo una
política insumisa respecto de los discursos hegemónicos del mundo técnico –los
del progreso ilimitado, la novedad tecnológica, la eficiencia, etc.– sería
quizá una clave posible.
Está la idea de que el entramado
técnico de una época posee un carácter político, ¿cuál sería?
El entramado técnico de una época es en efecto político porque el mundo técnico
no es neutro. La técnica, la humanidad técnica, crea mundo y al hacerlo nos
re-crea, y eso tiene algún sentido, alguna dirección. La modernidad tecnológica
ha creado mundo en líneas generales en función de criterios de eficiencia,
rendimiento, utilidad. Esa ha sido la imagen hegemónica de mundo que ha creado.
De allí que ésa haya sido también su política. El arte muchas veces, no
siempre, ha confrontando ese ideario; las tecnopoéticas entonces se enfrentan
doblemente a una tensión política ya que se asumen como parte de ambas esferas.
¿A que le decís ni a palos?
A la resignación.
Tecnopoéticas argentinas. Archivo blando de arte y tecnología, editado por Claudia Kozak, es resultado del trabajo de investigación realizado en el marco del proyecto “Poéticas/políticas tecnológicas en la Argentina (1910-2010)” de la Universidad de Buenos Aires. Lo editó Caja Negra y se consigue en todas las librerías.