exploratorio latinoamericano de poéticas/políticas tecnológicas
Arte relacional / Estética relacional
La noción de “arte relacional” fue puesta en circulación por el curador francés Nicolas Bourriaud (París, 1965) a mediados de los años 90 del siglo XX, para referirse a la producción de diversos artistas jóvenes del circuito internacional de las artes visuales que focalizan sus trabajos en la esfera de las “relaciones humanas y su contexto social”. Las obras de “arte relacional” prestan especial atención a las interacciones que pueden generar en el público-espectador- participante, y dan lugar a prácticas artísticas “aparentemente inasibles, ya sean procesuales o comportamentales”, donde lo que prevalece es la experiencia de un encuentro, de una duración abierta “hacia un intercambio ilimitado”. El texto-manifiesto de esta noción fue el libro de Bourriaud Estética relacional, publicado en Francia en 1998 y en la Argentina en 2006. La noción fue recibida de manera disímil. Por un lado, la propuesta fue celebrada como un intento logrado por “desentrañar la sensibilidad común de nuestra época”. Por otro, y en términos muy generales, suscitó dos debates. El primero, ideológico e historiográfico: se le objetó ser una noción “de consenso”, solidaria con el modelo poscrítico del sentido común posmodernista; y se le reprochó la falta de conexión con las corrientes artísticas anti-institucionales de los años 60. El segundo, estético: está todavía en discusión si se trata de un “movimiento” (es la perspectiva de Bourriaud y de varios de sus críticos) o si se trata de un “género” (es la perspectiva de Bishop y de Costa), con sus regularidades temáticas, retóricas y enunciativas. La perspectiva del movimiento pone el acento en la intencionalidad de los artistas, su localización geográfica (se trataría, dicen sus críticos, de un movimiento “desde arriba”, de destacados artistas del circuito europeo y norteamericano) y una retórica que privilegia lo lúdico y lo festivo por sobre la denuncia y el antagonismo. La perspectiva del género pone el acento en las regularidades formales: una temática asociada a los vínculos y las relaciones interpersonales; una retórica que acentúa las paradojas, las contradicciones y las ambigüedades de sentido, aunque no necesariamente deja de tomar partido; un modo de enunciación que implica la participación corporal, física, del espectador dentro de la obra (por esto es una profundización del género de la instalación), así como algún tipo de acción dentro de esa obra que la modifique de manera reversible o irreversible. Se habla, así, de grados de relacionalidad.
En la medida en que la perspectiva relacional se basa, según Bourriaud, en la idea de que “toda obra de arte produce un modelo de sociedad” y que lo relevante es precisamente el diseño del modo en que esa “sociedad” o relación funciona, estas piezas se conciben a sí mismas –y se revelan ante el espectador y el crítico– como “máquinas sociales” o “tecnologías sociales”.