Iniciadas sus actividades artísticas a fines de los años 50, en 1961 Marta Minujín gana una beca para estudiar en Paris donde se vincula con numerosos artistas de vanguardia. Ya entonces había decidido abandonar la pintura y comenzar a experimentar con materiales ajenos hasta ese momento al mundo del arte, como colchones usados y desechados por los hospitales, con los que creaba entornos que los espectadores podían "habitar". También en Paris realiza la famosa
Destrucción del Impasse Roussin donde convocó a numerosos artistas para presenciar la incineración de sus obras, y que sería considerado por Oscar Masotta uno de los primeros ejemplos del género "happening".
A su regreso a la Argentina, Minujín prosigue su experimentación a través de obras como
La Menesunda y
El Batacazo, a los que la crítica Ana Longoni definió como "circuitos-ambientaciones". En ellos el público era invitado a interactuar con una serie de dispositivos, imágenes y escenas que hacían referencia a la cultura popular y los medios masivos de comunicación. Los visitantes que realizaban el recorrido de
La Menesunda, montado en colaboración con Rubén Santantonín, eran confrontados con distintas sensaciones, desde luces de neón y perfumes hasta una pareja de actores en una cama, y al llegar a la última sala eran sorprendidos por la proyeccón de su propia imagen tomada minutos antes durante el paseo. Según Rodrigo Alonso se trató del primer circuito cerrado de televisión utilizado en la historia del arte.
En los años siguientes, y luego de ganar la beca Guggenheim en 1966, Minujín seguiría desarrollando obras en torno a las nuevas tecnologías de comunicación, en las que volvería a crear situaciones que ofrecían a los espectadores una experiencia intensificada de la creciente omnipresencia que la imagen y los medios iban consolidando en la vida cotidiana. Teléfonos, televisores, telegramas y afiches callejeros se convierten en el soporte de eventos de comunicación, a veces planificados para tener lugar al mismo tiempo en ciudades de distintos continentes, interconectados vía satélite. Los circuitos que establecen las obras realizan transmisiones de imágenes e información en condiciones de redundancia, distorsión o saturación que convierten su intención comunicativa en un ambiguo homenaje de sí misma. En la Expo 67 de Montreal, por ejemplo, Minujín presenta
Circuit Super Heterodyne un happening al que el público asistió luego de responder a una encuesta publicada en un periódico, y cuyos resultados fueron analizados por una computadora que lo dividió en tres grupos con perfiles similares. Desde cada recinto en que habían sido congregados los participantes, una serie de televisores y polaroids permitían observar a los restantes grupos.También de 1967 es el
Minuphone, una ambientación/cabina telefónica acoplada en estallido de máquinas de comunicar -los efectos sensoriales varían de acuerdo con el número discado: cambios de luces, humo, brisas, ascenso de agua coloreada, deformaciones de la voz, transmisión de la imagen del hablante por circuito cerrado de televisión a un monitor en el piso de la cabina- exhibida en la Howard Wise Gallery de New York.
En años posteriores, las obras de Marta Minujín no volvieron a tematizar tan explícitamente la tecnología y los medios de comunicación, pero sus intervenciones fueron haciéndose cada vez más populares. Acciones como el
Obeliso de Pan Dulce (1978) y el
Partenón de Libros (1983) terminaron de consolidar su imagen estelar de artista de vanguardia, cada vez más presente en los medios masivos, ícono de esa transgresión y creatividad disparatada y megalómana con la que la TV y los diarios suelen asociar al arte experimental. Todas las apariciones públicas de Minujín parecen decir algo, en uno u otro sentido, sobre aquel sistema de medios de comunicación al que ella había comenzado a manipular en los años 60. Como si finalmente hubiera decidido dejar en manos de los mismos medios la propagación de su imagen, y que su difusión se convierta en una ambigua declaración sobre el lugar del arte contemporáneo en una sociedad abocada a la industria del espectáculo.
Referencias
"Arte y tecnología en Argentina: los primeros años", Rodrigo Alonso
http://ludion.com.ar/articulos.php?articulo_id=9"Oscar Masotta: vanguardia y revolución en los años sesenta", Ana Longoni en
Revolución en el arte: pop-art, happenings y arte de los medios en la década del sesenta, antología de textos de Oscar Masotta, Edhasa, 2004.
http://www.martaminujin.com/